miércoles, 20 de mayo de 2015

Morir cuerdo y vivir loco

Por: Rafael Fernández Jiménez. 1ºAC

Cuenta Cide Hamete Benengueli...

            El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, cuya primera parte fue publicada en 1605 y la segunda en 1615, es una novela escrita por Miguel de Cervantes. Se considera la obra cumbre de la literatura en lengua española y una de las mejores elaboraciones literarias jamás realizadas. La obra, que narra las peripecias del “caballero” Don Quijote de la Mancha, un hombre que ha perdido el juicio tras leer tantos libros de temática caballeresca, y de su fiel escudero Sancho Panza; es una sátira al ya mencionado género caballeresco. También es citada como la primera novela moderna, y la influencia de esta en la literatura posterior es más que fundamental.
           
            Innumerables son las críticas e interpretaciones hechas de esta obra, muchas por grandes autores, llámense Thomas Mann o Miguel de Unamuno. Seguramente la gran mayoría sean mejores que la que yo les expongo, pero intentaré comentar, en la medida en la que me sea posible, una obra de tal envergadura.

            Antes de comenzar a leer Don Quijote, meramente esperaba encontrarme con una buena, cómica y desmesuradamente larga novela de aventuras. Y la verdad, es que al terminar la primera parte, mi opinión no distaba demasiado de la original. Pese a dejarme con buen sabor de boca, he de admitir que todo me “sonaba” demasiado (aquellas celebérrimas aventuras que ya son parte de nuestra cultura popular), y que una vez finalizado el maravilloso relato de Cardenio (el cual inspiró al mismísimo Shakespeare para escribir una comedia hoy día perdida) la lectura me resultó un tanto tediosa. Pero al leer la segunda parte, no pude evitar cambiar de juicio y observar que, si bien seguía teniendo ese componente cómico, Don Quijote es mucho más que una novela de humor. En especial la segunda parte, es una obra rica en temática, ya sea en cuanto a justicia, al amor, la locura o a la frágil y triste condición humana, y por tanto, existencialismo.

            ¿Existencialismo? Quizás no haya leído bien el libro (cosa probable) o la locura del Caballero de la Triste Figura recaiga también en mí, pero desde mi punto de vista, Cervantes describe, cuatro siglos atrás; la gran mentira y la gran duda sobre las cuales se cimienta la existencia humana. Nuestro gentil caballero se encuentra en la segunda parte de sus aventuras con que ya han impreso la primera parte de ellas, y para colmo una continuación falsa de estas; y en su caminar se encontrará con unos duques que le acogen en su castillo, a él y a su fiel escudero. Pese a ser objeto de todo tipo de burlas, él seguirá creyendo que lo que ve es la verdad. ¿Acaso no es justo lo que pasa en los tiempos que corren? Ese castillo no es más que una metáfora de la vida de hoy. Vivimos creyendo que todo lo que se nos cuenta es real, que bajo el velo de la democracia somos felices y estamos completamente protegidos, cuando todo es una triste, sucia y burda mentira. Y mientras vivimos nuestras mediocres vidas, creyendo e intentando aparentar (a través del múltiple elenco de redes sociales) ante los demás que somos felices y que nuestra vida es maravillosa, no nos damos cuenta de quién es el Gran Hermano, de quiénes son esos “duques” que nos controlan y maneja todo a su antojo y capricho. Pero nosotros intentamos autoengañarnos, autodiciéndonos que es falso todo esto que dice el loco de turno, al mismo modo que Don Quijote se engañaba creyendo que había sido encantado. Ese Don Quijote del último capítulo, Alonso Quijano el Bueno, es el hombre que se da cuenta al fin de todo, de cómo es la vida y de su triste condición de ser humano. Y qué decir de la tan ansiada ínsula que termina gobernando Sancho Panza. La ínsula de Barataria no es más que un Seahaven de principios del siglo XVII, aquel pueblo ficticio en el que transcurre El show de Truman, una ficción; o el dilema de Segismundo, el protagonista de La vida es sueño, que no sabe qué es verdaderamente real, si los barrotes de su celda o la corte que ahora le acompaña. Llamémoslo el show de Truman o llamémoslo La caverna de Platón, la cuestión es que los dos protagonistas desta verdadera historia son víctimas también de ese “síndrome” que se resume con la siguiente cuestión: ¿Es esa cosa llamada vida, todo lo que vemos, verdaderamente real? Cervantes ya se hace eco de esa cuestión que también se plantearían Calderón de la Barca, Descartes o incluso Queen. Solo basta con escuchar el principio de Bohemian Rhapsody: “Is this the real life? Is this just fantasy?"

"La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres."
            Y ahora, dejando a un lado todas estas divagaciones, hablaré acerca de la ética y la justicia en Don Quijote. Y es que, al vivir en un mundo (o quizás sería mejor decir un país) en el que el funcionamiento correcto de la justicia tiende a cero y en el que nos alegramos y nos regocijamos constantemente con el fracaso del compañero, además de intentar siempre que se pueda ponerle la zancadilla; veo en la figura de Sancho Panza (el Sancho Panza “quijotificado” de la segunda parte, momento en el que ya es difícil de saber qué locura es más elevada, si la de su señor o la suya) y su compañero Don Quijote (en la aventura de la ínsula se tornan los papeles) unos gobernantes idóneos para mi país, España. Unos sustitutos idóneos de esa “casta” que lleva años de turno en el poder, y de esa otra “casta”, que dice no serlo pero no dejan de ser más de lo mismo. Sancho Panza, pese a apenas saber leer y escribir y estar tan poco cuerdo como su amo; es un hombre de gran corazón y con un gran sentido de la justicia, no le hace falta un máster en economía o una tesis doctoral “cum laude” en ciencias políticas para intentar gobernar buscando el beneficio de su territorio y no el suyo propio (cosa que bien podrían aprender los políticos de este país. Pero claro, cómo van a aprender de Sancho si ni siquiera es lectura obligatoria en Bachillerato…) Lástima que pese a su buena voluntad, fuese pisoteado (literalmente) y desistiese de seguir en su cargo ficticio.

            Y al igual que los políticos podrían aprender de Sancho, todos podríamos aprender del sentido ético-moral de Don Quijote, ya que, en los consejos que preceden al gobierno de Sancho, pese a poder resultar demasiado “cristianos”, observo en ellos un gran ejemplo de verdadera justicia, y además de compasión. Porque si Don Quijote le dice a Sancho: Si acaso doblares la vara de la justicia, no sea con el peso de la dádiva; sino con el de la misericordia”, nosotros la clavamos hasta matar al ajusticiado, mientras otro que sí merezca ser ajusticiado de verdad y con mayor “saña”, no lo será.
"Dulcinea del Toboso es la más hermosa mujer del mundo, y yo el más desdichado caballero de la tierra, y no es bien que mi flaqueza defraude esta verdad. Aprieta, caballero, la lanza, y quítame la vida, pues me has quitado la honra."

            Y Don Quijote, pese a ser un chiflado, un tarado mental sin juicio alguno en la primera parte, que hará más reír que reflexionar, el de la segunda parte es un hombre sabio y razonable que hará dudar a los personajes, como al caballero del Verde Gabán, acerca de si es alguien lúcido o un loco sin remedio. Yo pienso que el Caballero de los Leones (como él mismo se autodefine) no es más que un sujeto sediento de justicia, de bondad, con unos grandes ideales que aportar al mundo. Él vio en las novelas de caballerías ese “prototipo” de bien que se ha de realizar, pero podría haberlos sacado de cualquier lado. El problema con el que se encuentra el de la Triste Figura es que la vida, sea un sueño o no, no es un libro con final feliz; la vida es vil, cruel, triste e infausta, pese a tener momentos cómicos y agradables.
           
            Alonso Quijano es ese hombre que se ha dado cuenta de todo, que capta ya el sentido trágico de su existencia, que no sirve de nada ser un idealista ni entregar tu vida por una causa justa. Es imposible. Cervantes ya se dio cuenta de esto hace cuatrocientos años. Cualquiera que intente hacer algo mejor este bello mundo que padecemos se dará de bruces con un muro. Aun así defiendo el ideal de vida de nuestro entrañable caballero, cualquiera como él gozaría por siempre de mi respeto y admiración personal. El problema es que ya no hacen falta más caballeros andantes, ya que quienes mandan, aquellos “duques”, se han encargado, y muy bien además, de que creamos que no es posible cambiar nada. Pero incluso con esas, pienso que no debe haber nada más bello que salir, lanza en mano, dispuestos a cambiar el mundo, aunque al morir nos demos cuenta de que fuimos unos mentecatos. Morir cuerdo y vivir loco, como reza el emotivo epitafio de Sansón Carrasco.

            ¡Y no hablemos del amor! Pese a que sea muy escéptico en este tema, en ocasiones algo “schopenhaueriano” y muy reacio a creerme todo lo que dicen esas películas de amor típicas de domingo aburrido o libros como El amor en los tiempos del cólera; solo tengo que decir que: ¡Bienaventurada aquella que sea amada por un Quijote! Porque en una época donde el donjuanismo se ha hecho con el control en el campo del amor y ya poco importan los sentimientos de verdad, solo el mero placer de una cópula; el ideal amoroso de Don Quijote es algo también que podría considerarse de lo más bello que podría existir. Hasta yo, que como ya he dicho, soy un escéptico en este sentimiento, me sentí conmovido por cómo Don Quijote, tras ser derrotado por el caballero de la Blanca Luna (en realidad Sansón Carrasco) y perder la honra, sigue afirmando que su amada Dulcinea es el ser más hermoso sobre la faz de la Tierra. Si ya sus ideales fracasaron, ni siquiera pudo decir que tuvo amor.
           

            Don Quijote es un libro “tragicómico”. Generalmente divertido y gracioso, nos muestra también el amargor de la vida, la injusticia de esta y sobre todo la injusticia que se produce con aquellos que intentan hacer el bien. Sin embargo, pienso que da una importante lección de vida, nos enseña a luchar por unos buenos ideales y a ser mejores personas. Animo a cualquiera a leerlo, puesto que es el pilar básico de nuestra literatura y una obra que, pese a su gran extensión, leída poco a poco puede ser gratamente disfrutada, en especial la segunda parte. Termino este comentario diciendo que no entiendo la “manía” que se le tiene a Don Quijote por parte de los españoles, cuando debería ser el libro que todo español debería leer al menos una vez en su vida. Si Don Quijote hubiese sido alemán, seguramente habría en Berlín una estatua en su honor tan alta como el Reichstag; pero Don Quijote es español y parece que nos da vergüenza alardear de lo nuestro. No lo entiendo…


viernes, 15 de mayo de 2015

¿Ginarquía o patriarquía?

Por: María Victoria Fernández Caballero. 1°AC

Pequeños cuentos misóginos es una obra de la escritora Patricia Highsmith publicada en 1974. La obra se compone de siete cuentos independientes de humor ácido en los que aparecen unos personajes femeninos que no salen muy bien parados.

Cada cuento resalta una característica de las personas pero siempre llevada al extremo. Así, por ejemplo, en uno de ellos aparece una mujer perfeccionista, pero le gusta tanto que todo esté perfecto que al final se vuelve loca. No quiere cocinar, por temor a que su comida no sea lo suficientemente buena y queda empotrada en un sillón haciendo calceta hasta quién sabe cuándo.

Otra de las mujeres, “la paridora” se siente bien teniendo hijos, pero llega al punto en el que tiene 19 hijos, y claro, es su marido el que se vuelve loco y al que ingresan en el psiquiátrico. Tampoco sale bien parado el marido de “la prostituta autorizada o la esposa”, que fallece por un infarto que le provoca su mujer a conciencia después de años de un matrimonio basado en las apariencias.

Sin embargo, Highsmith no condena solo a los hombres. En el primer cuento “la bailarina” es quien muere, asesinada por  su compañero de baile, celoso después de que ella lo dejara y se viera con muchos otros hombres. Al menos termina su vida antes que “la ñoña”, una mujer con ideales de otra época que quería que sus hijas fueran vírgenes al matrimonio al igual que ella y que se vuelve loca al no cumplir su objetivo.

En general, Highsmith presenta personajes que son víctimas de ellas mismas y de la sociedad hipócrita, convencional y machista que las rodea; son presa de su propio machismo, de su indolencia, de su ignorancia, de su conformismo y hacen infelices a sus parejas. Para que no sean demasiado duras las historias, también están llenas de cierta ironía y sarcasmo.

Para mí, el libro no solo cuestiona el mundo de la mujer por medio de este tipo de personajes, también el del hombre, y esto lo hace de dos formas. Por un lado, se plantea la cuestión de que no solo existen mujeres con estas características, ya que igual que hay mujeres extremadamente perfeccionistas también hay hombres que lo son.

Por el otro, en ninguna de las historias sale el hombre bien parado. Todos son manejados por las mujeres de alguna forma. Esto plantea entonces una pregunta, y es que siempre se ha dicho que el hombre es quien toma las decisiones en la familia… ¿sigue esto siendo así? Después de leer este libro, claramente no.

jueves, 19 de marzo de 2015

Un viaje por la fantasía

Por: María Victoria Fernández Caballero
          Las crónicas de Narnia abarcan un conjunto de siete libros escrito por C.S. Lewis entre 1950 y 1954. La heptalogía cuenta la historia de Narnia, un mágico lugar donde todo es posible y el tiempo no pasa de la misma manera que en nuestro mundo. Son libros de fantasía, donde la imaginación se desarrolla en todo su esplendor.

          Todo comenzó cuando unos niños, Digory y Polly, víctimas de un profesor que juega con magia, viajan a través de los mundos con unos anillos mágicos. Ellos contemplan la creación de Narnia, un país tranquilo donde existen animales parlantes e inteligentes. Su creador, Aslan, es un león, el león más grande y majestuoso que se pueda imaginar. Así, el ser humano juega un papel importante en este mundo, donde los primeros reyes fueron humanos y muchos de los posteriores también.

          Precisamente con las visitas que hacen humanos a este mundo es cuando se desarrollan todas las historias. La primera en llegar es Lucy, la menor de cuatro hermanos, que al principio la toman por loca cuando les cuenta que ha ido a otro mundo a través de un armario. Sin embargo, los cuatro acabarán viajando allí y liberarán Narnia del hechizo de la Bruja Blanca, que mantenía un invierno perpetuo. Gracias a su hazaña, los hermanos se convierten en los reyes y mantendrán el país tranquilo durante muchos años, hasta que deban volver a su mundo, donde habrá pasado menos de un minuto. Sin embargo, todos volverán de nuevo al año siguiente para volver a librar a su país de los males como hicieron durante el reinado.

        Siendo reyes los hermanos, ocurre otra de las historias, en la que Shasta, abandonado al nacer, acaba reencontrándose con su padre, rey de Archeland. Tiene un hermano, veinte minutos menor que él, y al final acabará convirtiéndose en rey, como le corresponde. En todo momento está presente Aslan, que siempre va a favor de lo que es justo.

        Un tiempo después, dos de los hermanos, Lucy y Edmund, regresan a Narnia tras ser absorbidos por un cuadro de un barco junto con su primo Eustace. Viven toda una aventura de exploración de los mares de Narnia, hasta llegar, incluso, al final del mundo y el país de Aslan. En este viaje el que más aprende es Eustace, un niño con poca imaginación y muy arrogante, que al final acaba siendo hasta bondadoso. Es él, quien tiempo después vuelve a ir a este mundo, pero con una compañera de clase, Jill. Son ellos quienes liberan a un príncipe de un hechizo que lo retenía en las profundidades. Ambos aprenden a creer en Aslan y a valerse mucho más por sí mismo a pesar de su corta edad.

        Todos los que salvaron Narnia alguna vez lo hacen de nuevo, pero juntos, enviados allí desde un tren por arte de magia, para ver su final. En el último libro, se narra la historia donde todos deberán enfrentarse a un falso Aslan, guiado por un astuto mono que finalmente perderá su poder para ser manejado por otros. Todo ocurre simplemente por interés, interés de invadir Narnia y de acabar con ella. Eso es lo que siempre han querido los habitantes de Calormen. Entre todos, consiguen mostrar a algunas bestias parlantes que las apariencias engañan y consiguen reafirmar su lealtad a Aslan. Los que pierden la lealtad perderá su inteligencia y el resto pasará a la verdadera Narnia, porque resulta que la que ellos veían era solo como el reflejo de un espejo, no era real. Allí, se reencuentran con todos sus amigos, hasta los que creían muertos, y pueden acceder a los mundos que quieran, a los reales, y es que esa paz que les proporciona la nueva Narnia, lo que significa es que cuando pretendían llegar a ella, no hubo un hechizo especial en el tren, si no que éste descarriló y ahora están en el mundo de las Sombras, muertos. Ahora es cuando empieza su vida real y feliz.

        Pienso que esta crónica ayuda a abrir la mente del lector, porque es difícil imaginar la existencia de otro mundo al completo, que no tiene nada que ver con el nuestro. El libro enseña a cambiar el término imposible por la pregunta ¿y por qué no? Esto da confianza en uno mismo, confianza que reflejan los personajes en todas sus hazañas, sean niños o adultos. Creo que es una lección que todos deberíamos aprender, de forma que quizá no perderíamos muchos trenes que pasan por nuestra vida simplemente por el miedo al fracaso. ¿Acaso tuvo miedo Lucy cuando llego a Narnia la primera vez? No, y eso que era un mundo desconocido. Es también algo que los adultos pueden aprender de los niños, el hecho de no tener miedo y creer en lo imposible

miércoles, 11 de marzo de 2015

Cómo enloquecer "por amor al arte"



Por: Rafael Fernández Jiménez. 1ºAC

             La muerte en Venecia  una novela publicada en 1912 por el escritor alemán Thomas Mann, premio Nobel de Literatura en 1929. En esta se narra el amor platónico del aclamado escritor Aschenbach por un joven polaco llamado Tadzio en su estancia en la Venecia de principios del siglo XX, infectada por la peste.

            En primer lugar, me gustaría comentar el escenario de la acción: Venecia. La Venecia descrita por Thomas Mann no es la típica que imaginamos cuando oímos tal nombre. No es aquella Venecia cuna del Renacimiento y del Humanismo, aquella Venecia que sirvió y sirve de inspiración para grandes artistas, aquella del “Crepúsculo en Venecia” de Claude Monet, o aquella de los maravillosos cuadros de Canaletto. La Venecia de esta obra está sumida en una terrible epidemia de cólera. Una Venecia antagonista a la que todos conocemos. Oscura, sombría y desesperada como fruto del mal, que, pese a los intentos del gobierno italiano por ocultarlo. para evitar perder ganancias con motivo del turismo, es un secreto a voces. Esta Venecia para nada convencional podría ser una metáfora de la situación personal del escritor Aschenbach, protagonista de la novela, o de la situación de la Europa de la época, una Europa decaída y enemistada en la que tendría lugar poco después la Gran Guerra.

            Este texto, aunque en apariencia sea en el sentido argumental muy simple (básicamente es un escritor anciano que se enamora “a lo griego” de un joven polaco), por su belleza descriptiva y la profundidad de sus reflexiones acerca de lo bello, así como el desarrollo de la psicología del protagonista (ese “drama” por el amor platónico del cual es preso, hasta llevarlo a la locura), es un libro adictivo y del que no creo que se pueda renegar una vez leído.
           
            El escritor Aschenbach, falto de inspiración, decide ir una temporada a Venecia en busca de esta. Pero este viaje marca un punto de inflexión en el escritor tras contemplar por primera vez al joven Tadzio, del que queda totalmente enamorado. A partir de aquí la vida y los pensamientos del célebre escritor se resumen en Tadzio. No podrá parar de observarlo (aunque ello conlleve perseguirle por toda Venecia) ni de pensar en él.

            Este, en su delirio personal, comparará su amor por Tadzio con Sócrates y Fedro. El amor griego “ideal” se caracterizaba por ser homosexual y “pederasta”. Y lo de “pederasta” no es en el sentido estricto de la palabra, ya que se consideraba una relación maestro-discípulo, un viejo sabio y un joven que aprende de él. Este tipo de amor se representa en cierto modo en las figuras de Aschenbach y Tadzio. Además de esto, en la muerte en Venecia se puede apreciar un gusto por la mitología clásica, por lo que viene bien saber algo de este tema a la hora de afrontar esta obra, o bien tener una buena enciclopedia al lado. Una de las más claras metáforas es la de Caronte, el barquero que llevaba las almas de los muertos de un lado a otro del lago. Este se ve representado bajo la forma del gondolero que transporta por las lagunas venecianas al escritor. Igual que Caronte lleva las almas de los muertos, el gondolero lleva a Aschenbach por la Venecia de la que no saldrá con vida. Otras referencias a la cultura clásica son la de Eros, dios del amor y el sexo, que aparece en cierto modo en el protagonista bajo la forma de su amor alocado por la belleza pura, representada por Tadzio. Tampoco debemos olvidar a Narciso, aquel joven tan bello que se idolatraba a sí mismo, obviamente encarnado en Tadzio cuando este sonríe tras pasar mirando a Aschenbach, o a Jacinto y la disputa amorosa por él entre Apolo y Céfiro. Existen más que no comentaré por no extenderme demasiado o porque escapan a mi conocimiento.
           
            Aschenbah irá enamorándose cada vez más del joven eslavo, un grado de amor directamente proporcional a la locura que se cierne sobre él. Una locura que le llevará a perseguirlo continuamente, hasta el punto de aun sabiendo que Venecia estaba infectada, querer quedarse aunque ello le costase la vida. En un una de sus persecuciones por Venecia, acabará delirando y perdiendo el conocimiento, no sin antes dejarnos con un maravilloso diálogo entre Sócrates y Fedro. Pocos días después morirá tras saber que su amado partirá ese mismo día. Y morirá, de mejor forma, observando a su “amigo” Tadzio.

            Aschenbah encarna el cómo enloquecer por el arte. Seguro que muchos (entre los que me incluyo) hemos “perdido la cabeza” en cierto modo al escuchar grandes obras musicales, leer grandes libros o visualizar bellos cuadros. Y no me refiero a enloquecer como Aschenbach, él es un caso extremo, pero por ejemplo no puedo evitar quedar absorto al escuchar una sinfonía de Dvořák  o al observar las pinturas negras de Goya. Eso es en cierto modo enloquecer, sucumbir ante los encantos de la belleza, intentar descifrarla, olvidar todo lo demás por un momento e intentar disfrutar dçy deleitarse ante las genialidades artísticas, ya sea hecha de la mano del hombre o por la naturaleza. Pero eso sí, que no nos pase como a Aschenbah, cuyo afán por la belleza del joven Tadzio le llevó a la total locura y a la muerte.


            Muerte en Venecia es una magnífica obra para comenzar con  la bibliografía de Thomas Mann (como es mi caso) y que llevará al lector a interesarse por otras obras del autor, como lo son la montaña mágica o doctor Fausto, e incluso, por su abundancia de referencias mitológicas, por otras obras ajenas a Mann como pueden ser la Odisea. Y también me queda decir que está bien que seamos Aschenbach por unos momentos, que es maravilloso poder disfrutar del arte y “enloquecer” por él, pero que esta locura sea esporádica y que no nos lleve al fatal destino del protagonista.

             Y por último, simplemente me gustaría terminar comentando que existe una película homónima basada en esta obra dirigida por Luchino Visconti, acompañada por una maravillosa banda sonora en la que suele aparecer el Adagietto de la quinta sinfonía de Mahler, el cual podría ser un ejemplo de lo dicho anteriormente, una de aquellas melodías que hacen que uno se convierta en Aschenbach por unos momentos y olvide todo lo demás, disfrutando del fluir de los armoniosos compases del compositor austro-húngaro.


El misterio de la cripta embrujada

Por: Esther Gómez Rodríguez. 1°BH

Eduardo Mendoza  nació en Barcelona el  11 de Enero de 1943. Es un escritor español, cuyo estilo narrativo es sencillo y directo. Residió  en Nueva York de 1973  a 1982. Entre sus obras más conocidas destacan: La verdad sobre el paso de Sabolta y Riña de Gatos.


En mi opinión, este libro no me ha gustado mucho. Quizás sea porque me esperaba un libro de investigación policíaca o porque no estoy muy acostumbrada a leer libros de este talante; pero el caso es que el autor no ha conseguido deleitarme con esta lectura. A lo  largo de la obra solo ha habido una vez en la que he tenido el gusanillo de saber qué pasará después de uno de los hechos del libro, mientras que con otras lecturas, la curiosidad ha sido constante, de principio a fin, y conforme iba  avanzando me iba creando la necesidad de saber cuál sería el preciado final; consiguiendo así, que el libro prácticamente me lo acabara en un abrir y cerrar de ojos.

Según tengo entendido, la obra se desarrolla en una farsa burlesca y por eso,  el protagonista es un personaje cómico salido del manicomio que con sus hazañas y ocurrencias hacen que el lector, a lo largo de la novela, se vea entre numerosas carcajadas; pero a mí no me ha ocurrido lo mismo. Me ha parecido un personaje irreal, patético, maloliente e incluso algo salido; con lo cual no le he encontrado la gracia al libro por ningún lado.

También me gustaría hablar del desarrollo de la obra, ya que lo que es en sí la historia (el misterio de por qué desaparecen unas niñas del convento) y en cómo se ha desarrollado la historia para averiguar el enigma de este extraño suceso, para mí ha sido tan poco original y tan extraños los sucesos que a lo largo de la lectura me ha provocado que me aburra y que me desanime de tal manera que ha hecho que el libro se me haya convertido en una especie de amasijo difícil de digerir.

No obstante, también tengo la necesidad de añadir que para mí el lenguaje sobre todo de los primeros capítulos (cuando al personaje principal le encargan el papel de “detective”) me ha parecido difícil y en más de una ocasión he tenido que releerme los párrafos para entender qué quería decir el autor.

Como he dicho antes (pidiendo disculpas si ofendo a los que les parece una obra maravillosa), quizás el motivo de que no me haya gustado el libro haya sido que no estoy acostumbrada a historias de este tipo y por eso se me ha hecho una obra tan pesada de leer y tan poco entretenida

lunes, 16 de febrero de 2015

Testigos de un espectáculo de agitación sin consistencia

Por: Rafael Fernández Jiménez. 1ºAC

         

             La metamorfosis es una fábula o novela corta publicada a principios del siglo XX por el escritor austro-húngaro Franz Kafka, en la que narra como un destacado comerciante llamado Gregorio Samsa se despierta convertido en un monstruoso insecto y sufre el abandono de su familia, que no sabe si es su propio hijo o si no merece siquiera esa calificación.

Esta fábula, pese a su brevedad (apenas llega a las cien páginas) y pese a que su argumento parezca bastante simple y “absurdo”, es un texto que podría tener numerosas interpretaciones (de las cuales muchas escaparán de mi conciencia). Pero pienso, que la más clara y visible es la de una triste, y a la vez verdadera alegoría sobre cuán dócil es la condición humana.

            Y en efecto, nuestro protagonista, Gregorio Samsa, es un respetado comerciante que trabaja noche y sol para mantener a sus padres y a su hermana. Apenas tiene tiempo para sí mismo, y además, para darnos cuenta del carácter bondadoso del protagonista, trabaja con la ilusión de poder mandar algún día a su hermana a estudiar violín al Conservatorio, su sueño desde pequeña.

            Pero el bienestar de los Samsa se ve turbado cuando Gregorio “encontróse una mañana, tras un sueño intranquilo, convertido en un monstruoso insecto”. Y aquí comienza el drama de la incomunicación, nadie sabe qué le pasa, y él no puede darse a entender, pese a que él si pueda entender a los demás. Increíble la sorpresa que se llevan sus familiares, por no hablar de su jefe, que se marcha enfadado. Y lo peor de todo, es que la primera intención de Gregorio Samsa era coger el tren e ir a trabajar con la intención de seguir manteniendo a su familia, ¡a pesar de su abominable estado!

            Tras este infausto acontecimiento, el caos se desata en el hogar. Sin la disponibilidad del cabeza de familia, se verán obligados a mantener la comida en el plato de otra forma. La hermana, en un acto de “heroísmo”, decide encargarse de las necesidades de Gregorio. Pero, aunque esta, en principio, lo hiciese con un carácter solidario, no tardará en descuidar su atención.

            Gregorio está completamente solo, aislado, hasta el punto de dudar de su condición humana, no sabe qué es realmente. Su padre, en un arrebato de furia, a punto estuvo de matarlo; y él, en un último intento por demostrar que verdaderamente seguía siendo Gregorio Samsa, intentará acercarse a su hermana y decirle que él no quería haberse convertido en tal monstruo, que lo sentía y que su ilusión era poder mandarla al Conservatorio. Pero causó el terror en la familia y en los huéspedes que alquilaron una habitación. Y es la misma hermana la que decide que hay que deshacerse de él. Aunque no tuvieron que complicarse la vida para ello, ya que esa misma mañana, Gregorio aparece muerto en su habitación, ya sea por causas naturales, desnutrición o soledad; siendo lo más cruel la indiferencia que muestran sus “familiares”.

            La metamorfosis es una alegoría de la mezquindad y ruindad humanas, de la insolidaridad y la conveniencia, la desesperación por la soledad y la incompresión…

            Todos en la familia, menos Gregorio, vivían muy bien. El padre estaba retirado, tenían una asistenta para las labores de la casa, y la hermana no conocía otro oficio que tocar el violín. ¿Y Gregorio qué? Trabajar. En eso se resumía su vida. Trabajar para el bienestar de su “queridísima” familia. Pobre iluso… él no era un hijo, ¡era un esclavo! ¡Un esclavo de aquella familia a la que no le temblará el pulso a la hora de dejarle morir tras tu desgraciada transformación! ¡Aquel padre por el que se partía el espinazo no dudará en tirarle una manzana con la que casi le mata! ¡Aquella hermana por la que luchaba para que cumpliese su sueño no dudará en dejarle morir! ¡Aquella familia por la que Gregorio daba su vida, no mostrará ningún signo de duelo tras su muerte! ¿Y todo esto por qué?

            La respuesta es sencilla: solo nos importa nuestro propio bienestar. A la familia Samsa le daba igual que Gregorio mantuviese él solo el peso económico de la casa, una vez que no fuese útil dejaría de interesarles. Este pensamiento calculador del que Kafka ya se hacía eco a principios del siglo XX es uno de los principales males y peligros de nuestra sociedad. Vemos al prójimo como un “medio” para alcanzar ciertos objetivos, no como un fin en sí mismo, ya que son seres humanos.

            ¿Existen hoy día los sentimientos? ¿Podemos confiar en alguien? ¿Quizás lo mejor sea levantar un “muro” que nos proteja del exterior, un muro bien alto, que nos impida ver la niebla que se ciñe sobre todo el planeta? No lo creo, no es bueno acabar convertidos en lobos esteparios. Pero claro, ¿qué es lo mejor? No lo sé.

            Gregorio es la metáfora de aquel ser diferente, “raro”, al que nos da miedo mostrar. Aquel familiar con algún tipo de minusvalía al que no queremos sacar ni a la calle, aquellos padres que lo dan todo por sus hijos, y luego son metidos de cabeza en un asilo por ellos, aquel compañero de clase que nos pasa ingenuamente los ejercicios de matemáticas, pero con el que nos hacemos los locos cuando él nos pide algo; aquel chico que se sienta al fondo de la clase y con el que nadie quiere relacionarse porque le gusta el manga y la cultura japonesa…

            Pero algún día, ya sea dentro de siete años o ya sea mañana, podemos ser nosotros los que nos veamos convertidos en monstruosos insectos, y entonces el tormento del remordimiento se tornará sobre nuestra conciencia y sobre nuestras numerosas patas, ofreciendo a nuestros ojos el espectáculo de una agitación sin consistencia.

            Pienso que la metamorfosis es un buen relato con el que empezar la obra de Franz Kafka, como es mi caso (deseando estoy de leer El proceso)  y que debemos medir  bien nuestros actos. Quizás mañana sea cuando la hermana violinista o el padre se vean convertidos en alguna especie de bicho antinatural y sufran el mismo tormento de soledad, la misma niebla de incomunicación que sufrió Gregorio… Aunque pensándolo bien, quizás ya seamos insectos, ruines insectos, y la antiestética forma que adoptó Gregorio no sea nada comparado con lo que realmente somos nosotros


            

lunes, 9 de febrero de 2015

El misterio, el deseo, las mujeres y la muerte

Por: Aurelia Collados Ros. 1°AC


                 Las vírgenes suicidas es una novela que fue escrita por el estadounidense Jeffrey Eugenides a finales del siglo pasado.  En esta, el autor nos cuenta la historia de las hermanas Lisbon desde la perspectiva de un grupo de amigos obsesionados con ellas desde su niñez, que pasados los años cuentan lo  acontecido en los días anteriores a los suicidios de estas a través de pruebas, hechos y testimonios recopilados a lo largo del tiempo y con el fin de entender el comportamiento y las causas por las que se suicidaron.


                Una tras otra, y en un plazo de poco más de una año, las hermanas Lisbon acabaron con su propia vida. Fue Cecilia la que inauguró la cadena de suicidios, y  unos meses después, pasado justo un año desde que Cecilia había intentado cortarse las venas, fueron  tres de las cuatro restantes: Lux, Bonnie y Therese las que abandonaron el mundo de los vivos. También lo intentó Mary pero fracasó y un mes después pudo por fin reunirse con sus hermanas.


                 Eugenides nos hace partícipes del relato utilizando la primera persona del plural, al tiempo que nos muestra la vida de un ordinario y pequeño pueblo americano, mediante una especie de informe redactado por un grupo de amigos, conocidos y vecinos de los Lisbon y a través de las habladurías, los rumores y los recuerdos del vecindario. Además, el no saber nada de los pensamientos y sentimientos de las protagonistas me ha hecho dudar al final del libro entre si la historia ocurrió de verdad o se trataba de una simple leyenda pueblerina, pues en ocasiones da la sensación de que los narradores exageran los hechos.


                Las Lisbon se nos presentan como unas jóvenes  bastante ‘’raras’’ al tiempo que atractivas pues llaman la atención de todos los chicos que quedan cautivados y obsesionados con ellas. El ambiente en el que viven es un tanto extraño, encarceladas en casa por una madre estricta e incomprensiva y un padre que tal vez abrumado por la femineidad que reina en su hogar se aísla y despreocupa de los problemas familiares.


                 Se me hace difícil imaginar cómo unas chicas de esa edad pueden llegar a suicidarse, pero supongo que cuando uno no es feliz en la vida y no puede hacer nada para serlo, la única solución sea descubrir qué hay tras la muerte. No le veo el sentido a buscar causas generales del suicidio (el libro menciona a una psicóloga que trata a las Lisbon tras la muerte de Cecilia y varios artículos sobre el suicidio en adolescentes)  pues lo considero personal y privado y como bien decía Benedetti, cada suicida sabe dónde le aprieta la incertidumbre. Desde que nacemos vemos la muerte como una tragedia, una injusticia, pues así nos lo transmiten, pero no deberíamos tener ese concepto de muerte pues al fin y al cabo estamos destinados a ella y nadie sabe lo que esconde. Miles son las preguntas retóricas sobre este tema estrechamente relacionado con el suicidio. Cuando un joven como las hermanas Lisbon se suicida todos piensan al igual que los personajes del relato que han arruinado su vida, que les ha sido muy corta, etc. Pero, ¿Y si es mejor la muerte que la vida? ¿Y si después nos depara un mundo mejor, igual o peor al que es preferible llegar antes?

Solo para locos

Por: Rafael Fernández Jiménez 1°AC

"Erase un hombre, de nombre Harry, llamado el lobo estepario"
                                                                             
      Der Steppenwolf o, en español: el lobo estepario es una novela escrita por el autor alemán Hermann Hesse  publicada en 1927. Esta obra se desarrolla a partir de una serie de manuscritos en los que el protagonista, Harry Haller (una especie de alter-ego de Hermann Hesse), un hombre culto, talentoso e inteligente; narra su vida, caracterizada por una profunda depresión y misantropía, un odio sin límites al orden social burgués de la época; hasta que conoce a una misteriosa chica llamada Armanda, que intentará enseñarle a amar las pequeñas cosas de la vida y a “matar” al “lobo estepario” que encierra en su interior.

     Comentar esta obra es tarea difícil debido a su abundancia de metáforas y alegorías sobre la vida, sobre todo al final de la obra, en el llamado “Teatro Mágico”(sí, de ahí viene el título del blog),  en el que no se distingue entre fantasía y realidad.

        En primer lugar, me gustaría comenzar hablando un poco acerca del protagonista. Harry Haller: el lobo estepario (como el mismo se autodefine), es un hombre que ama por encima de todo la cultura y la filosofía y que detesta la “degradación” de esta en la sociedad actual. Odia la literatura de sus contemporáneos como a la música de jazz, asimismo como a la sociedad actual, superficial, cómoda y deshumanizada. Vive aislado del mundo, y sus únicos y escasos momentos de felicidad se reducen al leer sus autores literarios favoritos (Goethe, Dostoievski…) o al escuchar a sus compositores favoritos, en especial Mozart. Su náusea constante hacia el mundo le lleva a comportamientos suicidas. Y para colmo, en uno de sus paseos nocturnos encuentra una especie de folleto llamado Tractac del lobo estepario: no para cualquiera, un texto de gran dificultad (el que tuve que leer dos veces para comprenderlo) en el que habla acerca de él mismo, de su psicología y filosofía (no entraré en detalles, se podrían escribir varias hojas solo del Tractac)

        Y es que, en cierto modo, me he sentido identificado con la forma de pensar del protagonista (con la forma de pensar, no de vivir). Y por ello voy a salir en su defensa, le entiendo perfectamente. Yo, como amante de la música clásica, quizás futuro estudiante de dirección de orquesta y admirador de los grandes maestros pasados, Wagner, Mahler, Bach, Tchaikovisky… (podría estar horas mencionando autores), no puedo evitar, sentirme terriblemente frustrado por el poco valor que la sociedad actual les da, considerándola “aburrida” y “para viejos”, prefiriendo los temas que suenan actualmente en la radio, música cada vez más simple armónicamente, falta de riqueza melódica y con un sentido lírico que roza lo patético (existen excepciones, claro está), y, considerándoseme a mí un aburrido que “no está en la onda”. Prácticamente nadie entiende mi goce personal al escuchar cosas tan excelsas tales como Tännhauser, la octava sinfonía de Mahler o las variaciones de Goldberg de Bach, llegándoseme a considerar un “tarado mental” o un “friqui”. En esos momentos no me puedo sentir más identificado con el lobo estepario que nunca. ¿Acaso la repulsión que sentía Haller hacia el jazz (nota: yo no tengo nada en contra del jazz) y la música de baile de la época no es la misma que siento yo hacia la música comercial actual?

Harry encuentra en sí un hombre lleno de ideas, de sentimientos, de naturaleza dominada y sublimada; y a la vez encuentra al lado al lobo, un mundo sombrío de instintos, de fiereza, de crueldad, de naturaleza ruda, no sublimada, fiera, caótica".
            Pero el odio de Haller a la sociedad  llega a tal extremo que siente deseos de suicidarse. Y cuando parece haber sucumbido ante este, aparece Armanda y le saca del infierno en el que se hallaba sumido. Con Armanda, este lobo estepario aprende (o mejor dicho, intentará aprender) a reírse, a disfrutar de las pequeñas cosas de la vida, a disfrutar de los goces terrenales y simples de la sociedad. Armanda intenta enseñarle que, aunque no vaya a disfrutar más que escuchando o leyendo a los clásicos, se lo puede pasar bien dejando a un lado lo espiritual y dejándose llevar por el mero disfrute del momento.  Resumiendo: aprender a reír.

            Tras conocer a Armanda, conocerá a Pablo, un saxofonista de la orquesta de jazz que es la encarnación de ese modelo de hombre que, por así decirlo “vive la vida”. Y este le llevará a su Teatro Mágico, lugar en el que la novela se vuelve surrealista. En este extraño sitio, Haller entrará en cinco puertas con diferentes situaciones dentro de cada una, cinco alegorías sobre su vida. Reflexiones sobre el futuro del mundo, la guerra, y la “individualización” del “yo” estarán a la orden del día en el Teatro Mágico. ¡Incluso aparecerá Mozart en persona! Lástima que nuestro entrañable lobo estepario no aprendiese nada… porque acaba asesinando terriblemente a su amada Armanda al vrerla desnuda con Pablo. Y no aprendió nada porque, conforme a las enseñanzas de ella y a las reflexiones que irá soltando el músico del período clasicista, no había aprendido a reír. Lo que tendría que haber hecho es simplemente reírse de sus propios celos. “Temías perderla y la has asesinado” Tajante Mozart con estas palabras. Sin embargo, Haller  no se rinde, y promete a Pablo y a Mozart que aprenderá a jugar al juego de la vida.

La soledad era fría, es cierto, pero también era tranquila, maravillosamente tranquila y grande, como el tranquilo espacio frío en el que se mueven las estrellas" 
            Independientemente de otras reflexiones que se pueden sacar de esta obra y que no comentaré por no alargar aún más el comentario, el mensaje principal de  el lobo estepario se podría resumir con esta sentencia de Mozart: Toma en serio lo que es digno, y ríete de lo demás”. En cierto modo, disfrutar con los grandes clásicos musicales y literarios pero al mismo tiempo disfrutar de los pequeños vicios burgueses. Y esta cuestión llevará a uno a reflexionar cuestiones tales como: ¿Vivir una vida vacía, superficial, carente de objetivos como un borrego pero “cómoda” y fácil dentro del rebaño social, o llevar una vida profunda y auténtica pero acabar caídos en la soledad y el desengaño personal? Sinceramente, mi más humilde opinión, es que no debemos acabar como nuestro entrañable lobo estepario, la sociedad en la que vivimos, nos guste o no, es la que nos ha tocado, y eso no lo vamos a poder cambiar. Sin embargo, no estoy del todo de acuerdo con el ideal que pretende transmitir Hesse con esta novela. Vale, la sociedad en la que vivimos, nos guste o no, es la que nos ha tocado, y hemos de vivir en ella lo mejor posible, no debemos convertirnos en lobos esteparios. Pero sin embargo, a mí por lo menos me resulta imposible tomarme la vida con tanto humorismo como Armanda, porque no puedo concebir una sociedad deshumanizadora, falta de objetivos y que no sabe apreciar una gran obra musical o literaria, una sociedad a la que le resulta indiferente todas las guerras, el problema del fundamentalismo islámico y demás. Me resulta imposible hacer uso de ese autoefecto placebo que proponen Armanda y Pablo. Con esto no quiero decir que tengamos que convertirnos en Harry Haller ni mucho menos, está claro que hay que tomarse la vida con humorismo. Pero lo que quiero decir, es que este humorismo no nos lleve a convertirnos  en borregos,  debemos de intentar, en la medida en la que a uno le sea posible criticar los males de la sociedad e intentar iluminar aunque sea unas pocas conciencias. Quizás solo así se pueda construir una sociedad menos deshumanizadora en un futuro y que sepa apreciar aquellas cosas que hoy considera solo para locos.

            El lobo estepario me ha parecido un muy buen texto que puede hacernos reflexionar sobre cuestiones ya habladas aquí y otras más, pero, sin embargo, por ser en ocasiones demasiado “deprimente” y con partes difíciles de interpretar, si tuviese que recomendar un libro de Hesse, recomendaría antes Demian, es mucho más entrañable y bello a mi parecer.

             Y para terminar, os dejo un breve fragmento de la película homónima basada (obviamente) en esta novela. Este corresponde al Tractac del lobo estepario: No para cualquiera.




¿Cuántos ciegos hacen falta para hacer una ceguera?

Por: Rafael Fernández Jiménez


         Ensayo sobre la ceguera es una novela escrita por el portugués José Saramago en la que una extraña epidemia azota a todo un país, una especie de “ceguera blanca” que se extiende rápidamente por toda la población, causando el caos en esta y llevándola a una desenfrenada lucha por la supervivencia, en la que los protagonistas se dejarán llevar por sus más bajos instintos.

            En primer lugar, quisiera decir (y aunque a más de uno le entren ganas de mandarme al infierno por esto) que me parece un título sobrevalorado. Y no, no lo criticaré por criterios estilísticos tales como eliminar los signos de interrogación o puntos y comas, por no separar los diálogos de los personajes o porque los personajes no tengan nombre. Lo criticaré simple y llanamente porque me pareció un tostón. Vale que la idea del libro esté bien, vale que el lector pueda sacar conclusiones interesantes del argumento; pero su prosa densa y llena de cultismos innecesarios hace la lectura un tanto pedante y tediosa. Es la primera obra de Saramago que leo, así que tampoco puedo hablar con mucho conocimiento; pero en fin, diría que Ensayo sobre la ceguera es uno de aquellos libros que muchos engrandecen, pero que la mitad no lo han leído. De aquellos que da mucho gusto y regocijo tener en nuestras estanterías, pero que muy pocos tendrían la osadía de leer entero.

            Me vendieron a Saramago como un agitador de conciencias. No sé qué conciencias se podrían agitar si (al menos en lo que refiere a mi experiencia personal) terminas el libro por mero orgullo personal y no para disfrute propio. ¡Deseando estaba de acabarlo! Vale, sí, se puede reflexionar acerca de cómo el miedo transforma al ser humano. Se puede sentir desprecio por como el Estado encierra a los primeros ciegos afectados por la epidemia en un manicomio, puédase sentir desprecio por los cobardes soldados que disparan al ciego herido solo por pedir ayuda, desprecio por todo el ser humano en general que, tras verse amenazados ante una desoladora tragedia como el brote de ceguera, no dudará en echarse al más puro sentimiento individualista e insolidario que tiene ciertos símiles en la sociedad actual. Y por supuesto, uno no puede evitar conmoverse con los actos de bondad de una mujer con el niño estrábico que echa de menos a su madre, o con los actos de valentía de la esposa del médico (la única mujer vidente en el manicomio), como se enfrenta a  la banda de violadores y como consigue comida para todos los ciegos una vez fuera del manicomio, estando la ciudad en un completo caos. Y claro, al ver estas acciones valerosas y en cierto modo “altruistas” (ya que la mujer del médico podría vivir perfectamente ella sola ya que aún  posee la capacidad de ver, no tiene por qué ayudar a una pandilla de ciegos desamparados), nos damos cuenta de que el mundo no necesita grandes héroes al más puro estilo del cine americano, si no pequeñas heroínas como esta mujer, que ayuda a su prójimo en la medida en la que es posible; y que si todos fuésemos un poco como esta, el mundo podría ser un poquito mejor. Y efectivamente, la sociedad actual se parece un poco a la que describe Saramago, una sociedad sin escrúpulos en la que ha aflorado el más puro sentimiento individualista, vemos a nuestro semejante como un mero medio para conseguir nuestros fines personales y no como una persona como nosotros a la que podemos aportar algo y ella también a nosotros. Van desapareciendo los principios éticos y morales y aquella persona que nos saludaba hace dos días y no dudaba en “hacerte la pelota”, hoy pasará por tu lado y no te mirará a la cara. Parece mentira que en plena época de las nuevas tecnologías y de las redes sociales podamos estar más incomunicados que nunca.

            Ahora bien, todo lo anterior, lo reflexiono, en cierto modo, por “obligación”. Porque este libro no es de aquellos que me han causado una reflexión instantánea, de aquellos que tienes que parar de leer para asimilar ciertos párrafos e incluso filosofar lo que quieren decir estos. Las reflexiones anteriores en cierto modo las estoy forzando para escribir una reseña, pero no afloraron de mí en el instante en que las leía. Pienso que Saramago tuvo una gran idea con Ensayo sobre la ceguera, pero que su lenguaje plagado de pedantería y cultismos innecesarios impide ver el mensaje que esconde este libro. No es como títulos otros títulos los cuales me causaron una gran impresión desde el primer momento, ya sea de índole política y social como 1984  de George Orwell o Fahrenheit 451 de Ray Bradbury; o filosófica, como La muerte de Iván Ilich o Demian de Lev Tolstói y Hermann Hesse, respectivamente.

            Y no quiero terminar sin comentar el final. Pienso que Saramago se quedó completamente en blanco. ¡Si, como los personajes de su libro! (definitivamente, no creo que me pueda ganar la vida como humorista). Pone una solución digna de ser tildada de mágica: la ceguera desaparece instantáneamente. Parece ser que al Premio Nobel portugués no le convenía seguir escribiendo.

            En conclusión, pienso que es una obra sobrevalorada, pero no por ello deja de ser, en cierto modo, un libro interesante por las similitudes que se pueden encontrar con la sociedad actual. Quizás sea el único que piense esto y merezca el infierno literario por criticar una de los supuestos textos imprescindibles de la narrativa contemporánea, pero quizás lo que haga bonito el mundo (aunque sea un poco) es que se pueda discutir acerca de cualquier cosa, siempre desde el respeto.



lunes, 19 de enero de 2015

Sonata a Kreutzer, el amor, los celos... y Schopenhauer

   Por: Rafael Fernández Jiménez. 1°AC                            
                 

            Sonata a Kreutzer es un relato o novela corta escrita por Lev Tolstói en el siglo XIX, en la que narra como Pózdnyshev, el protagonista, le cuenta a un pasajero de su mismo tren los motivos que le impulsaron a matar a su mujer.

            Si tuviese que escoger una palabra para describir este relato, elegiría “demoledora”. Tolstói no se anda con rodeos, es claro, conciso y directo; no le hace falta añadir adornos innecesarios y cultismos exacerbados para llamar la atención del lector desde el primer momento.

            Tolstói, con esta obra, reflexiona, y nos hace reflexionar (al menos a mí) sobre temas como el amor, los celos, el matrimonio y el sentido de este último.

            El protagonista, es un hombre que no cree en el amor. En efecto, cree que tanto este como el matrimonio son una especie de “autoengaño”. Yo no sé si Tolstói conoció a Schopenhauer, pero Pózdnyshev parece una especie de “reencarnación” o “álter ego” del pesimista alemán. Al menos en cuanto al tema del amor se refiere, teniendo ambos un pensamiento muy parecido. Schopenhauer decía que el amor es una trampa que puede acabar con el odio mutuo, hasta el punto de llegar a matar a tu pareja. Podría decirse que, Pózdnysehv es un claro ejemplo de la teoría de Schopenhauer.

            La evolución psicológica del asesino es curiosa cuando menos. Primero “cree” estar enamorado, considera a su prometida como la perfección absoluta, y se propone ser fiel a ella. Pero estaba terriblemente ciego. Su relación era plenamente “carnal”, no “espiritual”, apenas hablaban. Y así les fue. Tras la luna de miel comienzan los problemas, las discusiones… contratiempos que solucionaban “comportándose como cerdos”. Y llegan los hijos, y con ellos, aún más problemas. Este “loco enamorado” empieza a odiarla, y ella también a él; un sentimiento claramente recíproco. Y entonces,  llegó el detonante de tan trágico final, llegó el supuesto amante, un músico semi-profesional de poca monta. Los celos se intensifican aún más. Esto es lo que más me llama la atención. ¿Tener celos por alguien a quien odias? Pues sí, porque, aunque la odiase, era suya, era una mera posesión. Y pese a que la música, esa Sonata a Kreutzer de Beethoven le hiciese sentir emociones nuevas y le transladase a un estado sentimental que “no le correspondía”; al volver de su viaje y encontrar a su mujer con aquel músico, no pudo evitar matarla. Y tras matarla ya se dio cuenta de lo que había hecho, y de su gravedad.

            No sé qué quería decir Tolstói con esta obra. Si solamente quería criticar la “vida de depravados” de la sociedad rusa de la época, pero creía posible la institución del matrimonio basándote no solo en lo meramente carnal; o por lo contrario, pensaba como el ya citado Schopenhauer, que el amor no es más que una mera trampa de nuestros instintos para continuar la especioe. Sinceramente, creo que Tólstoi era más de esta última opinión, ya que en un párrafo, Pozdnyshev propone como ideal la abstinencia sexual generalizada y el poder ser felices nosotros mismos sin caer en la trampa del amor, a pesar de la extinción de la especie, suceso sin importancia ya que, según él, la Humanidad ya habría cumplido su objetivo final. El amor, entonces, no sería más que un obstáculo para alcanzar este ideal propuesto por el asesino.


            No me voy a “mojar” (hablando coloquialmente) sobre cuál es mi ideal, ya que soy muy joven cómo para poder dar una opinión sobre tal cuestión, e intentar sacar una conclusión ahora mismo sería un procedimiento nada empirista, pero si quisiera decir que Sonata a Kreutzer es una lectura intensa que dejará buen sabor de boca.

¿Fue Ray Bradbury un profeta?

Por: Rafael Fernández Jiménez 

         
                                                        "Era un placer quemar..."

                   Fahrenheit 451 es una novela de ciencia ficción distópica, en la que se describe un mundo en el que, paradójicamente, los bomberos no tienen que apagar incendios, sino provocarlos para quemar libros, ya que en dicho mundo están terminantemente prohibidos.

  Echemos mano a la historia. En efecto, la quema de libros no es solo una mera invención de Ray Bradbury. Ya se quemaban libros en la época de la Inquisición. La Alemania Nazi también quemó libros, y el Chile de Pinochet. Pero no hace falta fuego necesariamente para quemar libros. Si no se leen estos, ¿qué más da que los quememos o no? El efecto es el mismo. Puede que esté exagerando, pero... ¿acaso la sociedad descrita en esta novela, una sociedad a la que no le gusta pensar y que es "feliz" con los vicios y la manipulación que el "Gran Hermano" nos proporciona, no es muy parecida a la actual? Y es que estamos más pendientes de la televisión y el fútbol que de nuestros propios derechos. "La televisión, esa bestia insidiosa, esa medusa que convierte en piedra a millones de personas todas las noches mirándola fijamente, esa sirena que llama y canta, que promete mucho y da poco"

          Con estas últimas palabras, Bradbury, allá en 1954, describía con total precisión uno de nuestros principales males sociales. Pienso que si Karl Marx hubiese nacido en este tiempo, hubiese cambiado "religión" por "televisión", en su celebérrima frase "La religión es el opio del pueblo" Y bien, ¿quién nos suministra este "opio"? Las altas esferas, el "Gran Hermano", por llamarlo así. ¿Por qué? Porque les interesa, y mucho. Les interesa que seamos tontos, ingenuos y "felices", como en el país de Montag. Les conviene llenarnos la mente de porquería e inculcarnos objetivos vacíos. ¿Por qué no nos inculcan el desarrollar nuestro pensamiento y sabiduría y a no estar sometidos a la manipulación? Porque esto último sería un grave peligro para el sistema económico en el que vivimos. Bueno, y social, no les conviene (me repito como un loro) que haya una revolución, les es más cómodo seguir con el culo pegado a la silla sin hacer nada.

            Y es que, leer está mal visto, al menos, por la juventud de ahora, MI juventud. Y no quiero venir aquí de "sabiondo", soy el primero que sabe que debe y puede leer más (a veces me maldigo por ello), pero, hace unos días, iba comentando con un compañero en los pasillos del instituto otra de las grandes distopías del siglo XX: 1984; y me llamó la atención que varias personas me mirasen de repente como si fuese subnormal. En ese momento no me pude sentir más identificado con Clarisse, aquella niña que estaba "zumbada" (adorable a mi parecer), pero que hizo que Montag se replantease la vida.

Montag, al final del la obra, hace una bonita reflexión basándose en la figura de su abuelo: "Cuando alguien muere, debe dejar algo tras él". Pero no se qué dejará mi generación, si vivimos en un infierno del conformismo, sin ninguna inquietud que nos "realice" como personas, simplemente pendientes del amplio catálogo de basura televisiva o de la misma bazofia viral que circula por Whatsapp. En cierto modo, Fahrenheit 451 es una alegoría de nuestra sociedad, con la única diferencia de que nosotros somos más eficientes y nos ahorramos el trabajo de quemar los libros, simplemente no los leemos. Podríamos llamarlo un genocidio silencioso de la cultura.
                        
Si 1984 es la distopía que podría hacerse realidad en un futuro,Fahrenheit 451 es la distopía que, en cierto modo, ya es realidad. Sin embargo, hay una gran diferencia: y es que si 1984 es totalmente trágica, Fahrenheit 451 da lugar a un ápice de esperanza. Aunque hayamos pasado de largo de los libros durante siglos, aunque el ser humano no aprenda de los errores de la Humanidad y aunque vayamos camino de cometer los mismos errores que cometieron Hitler o Napoleón... ¿Habrá algún día, en el que el ser humano, se ponga a leer seriamente, reflexione, y nunca más se cometan estos errores ya cometidos anteriormente? Pero en fin, Manuel Azaña dijo todo lo que acabo de decir yo sin tener que extenderse tanto: "En España, la mejor forma de guardar un secreto, es escribir un libro" 

             En conclusión, aquí somos más eficientes y no nos hace falta quemar libros. Ah, y también nos gusta mucho escribir en el papel pautado (a saber por quién). Quizás deberíamos aprender de Juan Ramón Jiménez. Él le daba la vuelta.


                                         
                                                Esta es la cita que prologa "Fahrenheit 451"