miércoles, 11 de marzo de 2015

Cómo enloquecer "por amor al arte"



Por: Rafael Fernández Jiménez. 1ºAC

             La muerte en Venecia  una novela publicada en 1912 por el escritor alemán Thomas Mann, premio Nobel de Literatura en 1929. En esta se narra el amor platónico del aclamado escritor Aschenbach por un joven polaco llamado Tadzio en su estancia en la Venecia de principios del siglo XX, infectada por la peste.

            En primer lugar, me gustaría comentar el escenario de la acción: Venecia. La Venecia descrita por Thomas Mann no es la típica que imaginamos cuando oímos tal nombre. No es aquella Venecia cuna del Renacimiento y del Humanismo, aquella Venecia que sirvió y sirve de inspiración para grandes artistas, aquella del “Crepúsculo en Venecia” de Claude Monet, o aquella de los maravillosos cuadros de Canaletto. La Venecia de esta obra está sumida en una terrible epidemia de cólera. Una Venecia antagonista a la que todos conocemos. Oscura, sombría y desesperada como fruto del mal, que, pese a los intentos del gobierno italiano por ocultarlo. para evitar perder ganancias con motivo del turismo, es un secreto a voces. Esta Venecia para nada convencional podría ser una metáfora de la situación personal del escritor Aschenbach, protagonista de la novela, o de la situación de la Europa de la época, una Europa decaída y enemistada en la que tendría lugar poco después la Gran Guerra.

            Este texto, aunque en apariencia sea en el sentido argumental muy simple (básicamente es un escritor anciano que se enamora “a lo griego” de un joven polaco), por su belleza descriptiva y la profundidad de sus reflexiones acerca de lo bello, así como el desarrollo de la psicología del protagonista (ese “drama” por el amor platónico del cual es preso, hasta llevarlo a la locura), es un libro adictivo y del que no creo que se pueda renegar una vez leído.
           
            El escritor Aschenbach, falto de inspiración, decide ir una temporada a Venecia en busca de esta. Pero este viaje marca un punto de inflexión en el escritor tras contemplar por primera vez al joven Tadzio, del que queda totalmente enamorado. A partir de aquí la vida y los pensamientos del célebre escritor se resumen en Tadzio. No podrá parar de observarlo (aunque ello conlleve perseguirle por toda Venecia) ni de pensar en él.

            Este, en su delirio personal, comparará su amor por Tadzio con Sócrates y Fedro. El amor griego “ideal” se caracterizaba por ser homosexual y “pederasta”. Y lo de “pederasta” no es en el sentido estricto de la palabra, ya que se consideraba una relación maestro-discípulo, un viejo sabio y un joven que aprende de él. Este tipo de amor se representa en cierto modo en las figuras de Aschenbach y Tadzio. Además de esto, en la muerte en Venecia se puede apreciar un gusto por la mitología clásica, por lo que viene bien saber algo de este tema a la hora de afrontar esta obra, o bien tener una buena enciclopedia al lado. Una de las más claras metáforas es la de Caronte, el barquero que llevaba las almas de los muertos de un lado a otro del lago. Este se ve representado bajo la forma del gondolero que transporta por las lagunas venecianas al escritor. Igual que Caronte lleva las almas de los muertos, el gondolero lleva a Aschenbach por la Venecia de la que no saldrá con vida. Otras referencias a la cultura clásica son la de Eros, dios del amor y el sexo, que aparece en cierto modo en el protagonista bajo la forma de su amor alocado por la belleza pura, representada por Tadzio. Tampoco debemos olvidar a Narciso, aquel joven tan bello que se idolatraba a sí mismo, obviamente encarnado en Tadzio cuando este sonríe tras pasar mirando a Aschenbach, o a Jacinto y la disputa amorosa por él entre Apolo y Céfiro. Existen más que no comentaré por no extenderme demasiado o porque escapan a mi conocimiento.
           
            Aschenbah irá enamorándose cada vez más del joven eslavo, un grado de amor directamente proporcional a la locura que se cierne sobre él. Una locura que le llevará a perseguirlo continuamente, hasta el punto de aun sabiendo que Venecia estaba infectada, querer quedarse aunque ello le costase la vida. En un una de sus persecuciones por Venecia, acabará delirando y perdiendo el conocimiento, no sin antes dejarnos con un maravilloso diálogo entre Sócrates y Fedro. Pocos días después morirá tras saber que su amado partirá ese mismo día. Y morirá, de mejor forma, observando a su “amigo” Tadzio.

            Aschenbah encarna el cómo enloquecer por el arte. Seguro que muchos (entre los que me incluyo) hemos “perdido la cabeza” en cierto modo al escuchar grandes obras musicales, leer grandes libros o visualizar bellos cuadros. Y no me refiero a enloquecer como Aschenbach, él es un caso extremo, pero por ejemplo no puedo evitar quedar absorto al escuchar una sinfonía de Dvořák  o al observar las pinturas negras de Goya. Eso es en cierto modo enloquecer, sucumbir ante los encantos de la belleza, intentar descifrarla, olvidar todo lo demás por un momento e intentar disfrutar dçy deleitarse ante las genialidades artísticas, ya sea hecha de la mano del hombre o por la naturaleza. Pero eso sí, que no nos pase como a Aschenbah, cuyo afán por la belleza del joven Tadzio le llevó a la total locura y a la muerte.


            Muerte en Venecia es una magnífica obra para comenzar con  la bibliografía de Thomas Mann (como es mi caso) y que llevará al lector a interesarse por otras obras del autor, como lo son la montaña mágica o doctor Fausto, e incluso, por su abundancia de referencias mitológicas, por otras obras ajenas a Mann como pueden ser la Odisea. Y también me queda decir que está bien que seamos Aschenbach por unos momentos, que es maravilloso poder disfrutar del arte y “enloquecer” por él, pero que esta locura sea esporádica y que no nos lleve al fatal destino del protagonista.

             Y por último, simplemente me gustaría terminar comentando que existe una película homónima basada en esta obra dirigida por Luchino Visconti, acompañada por una maravillosa banda sonora en la que suele aparecer el Adagietto de la quinta sinfonía de Mahler, el cual podría ser un ejemplo de lo dicho anteriormente, una de aquellas melodías que hacen que uno se convierta en Aschenbach por unos momentos y olvide todo lo demás, disfrutando del fluir de los armoniosos compases del compositor austro-húngaro.


No hay comentarios:

Publicar un comentario