Por: Rafael Fernández Jiménez. 1ºAC
La
muerte en Venecia una novela publicada en 1912 por el escritor alemán
Thomas Mann, premio Nobel de Literatura en 1929. En esta se narra el amor platónico
del aclamado escritor Aschenbach por un joven polaco llamado Tadzio en su estancia
en la Venecia de principios del siglo XX, infectada por la peste.
En
primer lugar, me gustaría comentar el escenario de la acción: Venecia. La
Venecia descrita por Thomas Mann no es la típica que imaginamos cuando oímos
tal nombre. No es aquella Venecia cuna del Renacimiento y del Humanismo,
aquella Venecia que sirvió y sirve de inspiración para grandes artistas,
aquella del “Crepúsculo en Venecia” de Claude Monet, o aquella de los maravillosos
cuadros de Canaletto. La Venecia de esta obra está sumida en una terrible
epidemia de cólera. Una Venecia antagonista a la que todos conocemos. Oscura,
sombría y desesperada como fruto del mal, que, pese a los intentos del gobierno
italiano por ocultarlo. para evitar perder ganancias con motivo del turismo, es
un secreto a voces. Esta Venecia para nada convencional podría ser una metáfora
de la situación personal del escritor Aschenbach, protagonista de la novela, o
de la situación de la Europa de la época, una Europa decaída y enemistada en la
que tendría lugar poco después la Gran Guerra.
Este
texto, aunque en apariencia sea en el sentido argumental muy simple
(básicamente es un escritor anciano que se enamora “a lo griego” de un joven
polaco), por su belleza descriptiva y la profundidad de sus reflexiones acerca
de lo bello, así como el desarrollo de la psicología del protagonista (ese “drama”
por el amor platónico del cual es preso, hasta llevarlo a la locura), es un
libro adictivo y del que no creo que se pueda renegar una vez leído.
El
escritor Aschenbach, falto de inspiración, decide ir una temporada a Venecia en
busca de esta. Pero este viaje marca un punto de inflexión en el escritor tras contemplar
por primera vez al joven Tadzio, del que queda totalmente enamorado. A partir
de aquí la vida y los pensamientos del célebre escritor se resumen en Tadzio.
No podrá parar de observarlo (aunque ello conlleve perseguirle por toda
Venecia) ni de pensar en él.
Este,
en su delirio personal, comparará su amor por Tadzio con Sócrates y Fedro. El
amor griego “ideal” se caracterizaba por ser homosexual y “pederasta”. Y lo de “pederasta”
no es en el sentido estricto de la palabra, ya que se consideraba una relación
maestro-discípulo, un viejo sabio y un joven que aprende de él. Este tipo de
amor se representa en cierto modo en las figuras de Aschenbach y Tadzio. Además
de esto, en la muerte en Venecia se
puede apreciar un gusto por la mitología clásica, por lo que viene bien saber
algo de este tema a la hora de afrontar esta obra, o bien tener una buena enciclopedia
al lado. Una de las más claras metáforas es la de Caronte, el barquero que
llevaba las almas de los muertos de un lado a otro del lago. Este se ve
representado bajo la forma del gondolero que transporta por las lagunas
venecianas al escritor. Igual que Caronte lleva las almas de los muertos, el
gondolero lleva a Aschenbach por la Venecia de la que no saldrá con vida. Otras
referencias a la cultura clásica son la de Eros, dios del amor y el sexo, que aparece
en cierto modo en el protagonista bajo la forma de su amor alocado por la
belleza pura, representada por Tadzio. Tampoco debemos olvidar a Narciso, aquel
joven tan bello que se idolatraba a sí mismo, obviamente encarnado en Tadzio cuando
este sonríe tras pasar mirando a Aschenbach, o a Jacinto y la disputa amorosa por
él entre Apolo y Céfiro. Existen más que no comentaré por no extenderme
demasiado o porque escapan a mi conocimiento.
Aschenbah
irá enamorándose cada vez más del joven eslavo, un grado de amor directamente
proporcional a la locura que se cierne sobre él. Una locura que le llevará a
perseguirlo continuamente, hasta el punto de aun sabiendo que Venecia estaba
infectada, querer quedarse aunque ello le costase la vida. En un una de sus
persecuciones por Venecia, acabará delirando y perdiendo el conocimiento, no
sin antes dejarnos con un maravilloso diálogo entre Sócrates y Fedro. Pocos
días después morirá tras saber que su amado partirá ese mismo día. Y morirá, de
mejor forma, observando a su “amigo” Tadzio.
Aschenbah
encarna el cómo enloquecer por el arte. Seguro que muchos (entre los que me
incluyo) hemos “perdido la cabeza” en cierto modo al escuchar grandes obras
musicales, leer grandes libros o visualizar bellos cuadros. Y no me refiero a
enloquecer como Aschenbach, él es un caso extremo, pero por ejemplo no puedo
evitar quedar absorto al escuchar una sinfonía de Dvořák o al observar las pinturas negras de Goya. Eso es en cierto modo enloquecer, sucumbir
ante los encantos de la belleza, intentar descifrarla, olvidar todo lo demás
por un momento e intentar disfrutar dçy deleitarse ante las genialidades
artísticas, ya sea hecha de la mano del hombre o por la naturaleza. Pero eso
sí, que no nos pase como a Aschenbah, cuyo afán por la belleza del joven Tadzio
le llevó a la total locura y a la muerte.
Muerte en Venecia es una magnífica obra
para comenzar con la bibliografía de
Thomas Mann (como es mi caso) y que llevará al lector a interesarse por otras
obras del autor, como lo son la montaña
mágica o doctor Fausto, e
incluso, por su abundancia de referencias mitológicas, por otras obras ajenas a
Mann como pueden ser la Odisea. Y
también me queda decir que está bien que seamos Aschenbach por unos momentos,
que es maravilloso poder disfrutar del arte y “enloquecer” por él, pero que
esta locura sea esporádica y que no nos lleve al fatal destino del
protagonista.
Y por último, simplemente me gustaría terminar comentando que existe una película homónima basada en esta obra dirigida por Luchino Visconti, acompañada por una maravillosa banda sonora en la que suele aparecer el Adagietto de la quinta sinfonía de Mahler, el cual podría ser un ejemplo de lo dicho anteriormente, una de aquellas melodías que hacen que uno se convierta en Aschenbach por unos momentos y olvide todo lo demás, disfrutando del fluir de los armoniosos compases del compositor austro-húngaro.
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