Por: Rafael Fernández Jiménez. 1ºAC
La metamorfosis es una fábula o novela
corta publicada a principios del siglo XX por el escritor austro-húngaro Franz
Kafka, en la que narra como un destacado comerciante llamado Gregorio Samsa se
despierta convertido en un monstruoso insecto y sufre el abandono de su
familia, que no sabe si es su propio hijo o si no merece siquiera esa
calificación.
Esta fábula, pese a su
brevedad (apenas llega a las cien páginas) y pese a que su argumento parezca
bastante simple y “absurdo”, es un texto que podría tener numerosas
interpretaciones (de las cuales muchas escaparán de mi conciencia). Pero
pienso, que la más clara y visible es la de una triste, y a la vez verdadera
alegoría sobre cuán dócil es la condición humana.
Y
en efecto, nuestro protagonista, Gregorio Samsa, es un respetado comerciante
que trabaja noche y sol para mantener a sus padres y a su hermana. Apenas tiene
tiempo para sí mismo, y además, para darnos cuenta del carácter bondadoso del
protagonista, trabaja con la ilusión de poder mandar algún día a su hermana a
estudiar violín al Conservatorio, su sueño desde pequeña.
Pero
el bienestar de los Samsa se ve turbado cuando Gregorio “encontróse una mañana, tras un sueño intranquilo, convertido en un
monstruoso insecto”. Y aquí comienza el drama de la incomunicación, nadie
sabe qué le pasa, y él no puede darse a entender, pese a que él si pueda
entender a los demás. Increíble la sorpresa que se llevan sus familiares, por
no hablar de su jefe, que se marcha enfadado. Y lo peor de todo, es que la primera
intención de Gregorio Samsa era coger el tren e ir a trabajar con la intención
de seguir manteniendo a su familia, ¡a pesar de su abominable estado!
Tras
este infausto acontecimiento, el caos se desata en el hogar. Sin la disponibilidad
del cabeza de familia, se verán obligados a mantener la comida en el plato de
otra forma. La hermana, en un acto de “heroísmo”, decide encargarse de las
necesidades de Gregorio. Pero, aunque esta, en principio, lo hiciese con un
carácter solidario, no tardará en descuidar su atención.
Gregorio
está completamente solo, aislado, hasta el punto de dudar de su condición
humana, no sabe qué es realmente. Su padre, en un arrebato de furia, a punto
estuvo de matarlo; y él, en un último intento por demostrar que verdaderamente
seguía siendo Gregorio Samsa, intentará acercarse a su hermana y decirle que él
no quería haberse convertido en tal monstruo, que lo sentía y que su ilusión
era poder mandarla al Conservatorio. Pero causó el terror en la familia y en
los huéspedes que alquilaron una habitación. Y es la misma hermana la que
decide que hay que deshacerse de él. Aunque no tuvieron que complicarse la vida
para ello, ya que esa misma mañana, Gregorio aparece muerto en su habitación,
ya sea por causas naturales, desnutrición o soledad; siendo lo más cruel la
indiferencia que muestran sus “familiares”.
La metamorfosis es una alegoría de la
mezquindad y ruindad humanas, de la insolidaridad y la conveniencia, la
desesperación por la soledad y la incompresión…
Todos
en la familia, menos Gregorio, vivían muy bien. El padre estaba retirado,
tenían una asistenta para las labores de la casa, y la hermana no conocía otro
oficio que tocar el violín. ¿Y Gregorio qué? Trabajar. En eso se resumía su vida. Trabajar para el bienestar de
su “queridísima” familia. Pobre iluso…
él no era un hijo, ¡era un esclavo! ¡Un esclavo de aquella familia a la que no
le temblará el pulso a la hora de dejarle morir tras tu desgraciada transformación!
¡Aquel padre por el que se partía el espinazo no dudará en tirarle una manzana
con la que casi le mata! ¡Aquella hermana por la que luchaba para que cumpliese
su sueño no dudará en dejarle morir! ¡Aquella familia por la que Gregorio daba
su vida, no mostrará ningún signo de duelo tras su muerte! ¿Y todo esto por qué?
La
respuesta es sencilla: solo nos importa
nuestro propio bienestar. A la familia Samsa le daba igual que Gregorio
mantuviese él solo el peso económico de la casa, una vez que no fuese útil
dejaría de interesarles. Este pensamiento calculador del que Kafka ya se hacía
eco a principios del siglo XX es uno de los principales males y peligros de
nuestra sociedad. Vemos al prójimo como un “medio” para alcanzar ciertos
objetivos, no como un fin en sí mismo, ya que son seres humanos.
¿Existen
hoy día los sentimientos? ¿Podemos confiar en alguien? ¿Quizás lo mejor sea
levantar un “muro” que nos proteja del exterior, un muro bien alto, que nos
impida ver la niebla que se ciñe sobre todo el planeta? No lo creo, no es bueno
acabar convertidos en lobos esteparios. Pero claro, ¿qué es lo mejor? No lo sé.
Gregorio
es la metáfora de aquel ser diferente, “raro”, al que nos da miedo mostrar.
Aquel familiar con algún tipo de minusvalía al que no queremos sacar ni a la
calle, aquellos padres que lo dan todo por sus hijos, y luego son metidos de
cabeza en un asilo por ellos, aquel compañero de clase que nos pasa ingenuamente
los ejercicios de matemáticas, pero con el que nos hacemos los locos cuando él
nos pide algo; aquel chico que se sienta al fondo de la clase y con el que
nadie quiere relacionarse porque le gusta el manga y la cultura japonesa…
Pero
algún día, ya sea dentro de siete años o ya sea mañana, podemos ser nosotros
los que nos veamos convertidos en monstruosos insectos, y entonces el tormento
del remordimiento se tornará sobre nuestra conciencia y sobre nuestras numerosas patas, ofreciendo a
nuestros ojos el espectáculo de una agitación sin consistencia.
Pienso que la metamorfosis es un buen relato con el
que empezar la obra de Franz Kafka, como es mi caso (deseando estoy de leer El proceso) y que debemos medir bien nuestros actos. Quizás mañana sea cuando
la hermana violinista o el padre se vean convertidos en alguna especie de bicho
antinatural y sufran el mismo tormento de soledad, la misma niebla de incomunicación
que sufrió Gregorio… Aunque pensándolo bien, quizás ya seamos insectos, ruines
insectos, y la antiestética forma que adoptó Gregorio no sea nada comparado con
lo que realmente somos nosotros…
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