lunes, 16 de febrero de 2015

Testigos de un espectáculo de agitación sin consistencia

Por: Rafael Fernández Jiménez. 1ºAC

         

             La metamorfosis es una fábula o novela corta publicada a principios del siglo XX por el escritor austro-húngaro Franz Kafka, en la que narra como un destacado comerciante llamado Gregorio Samsa se despierta convertido en un monstruoso insecto y sufre el abandono de su familia, que no sabe si es su propio hijo o si no merece siquiera esa calificación.

Esta fábula, pese a su brevedad (apenas llega a las cien páginas) y pese a que su argumento parezca bastante simple y “absurdo”, es un texto que podría tener numerosas interpretaciones (de las cuales muchas escaparán de mi conciencia). Pero pienso, que la más clara y visible es la de una triste, y a la vez verdadera alegoría sobre cuán dócil es la condición humana.

            Y en efecto, nuestro protagonista, Gregorio Samsa, es un respetado comerciante que trabaja noche y sol para mantener a sus padres y a su hermana. Apenas tiene tiempo para sí mismo, y además, para darnos cuenta del carácter bondadoso del protagonista, trabaja con la ilusión de poder mandar algún día a su hermana a estudiar violín al Conservatorio, su sueño desde pequeña.

            Pero el bienestar de los Samsa se ve turbado cuando Gregorio “encontróse una mañana, tras un sueño intranquilo, convertido en un monstruoso insecto”. Y aquí comienza el drama de la incomunicación, nadie sabe qué le pasa, y él no puede darse a entender, pese a que él si pueda entender a los demás. Increíble la sorpresa que se llevan sus familiares, por no hablar de su jefe, que se marcha enfadado. Y lo peor de todo, es que la primera intención de Gregorio Samsa era coger el tren e ir a trabajar con la intención de seguir manteniendo a su familia, ¡a pesar de su abominable estado!

            Tras este infausto acontecimiento, el caos se desata en el hogar. Sin la disponibilidad del cabeza de familia, se verán obligados a mantener la comida en el plato de otra forma. La hermana, en un acto de “heroísmo”, decide encargarse de las necesidades de Gregorio. Pero, aunque esta, en principio, lo hiciese con un carácter solidario, no tardará en descuidar su atención.

            Gregorio está completamente solo, aislado, hasta el punto de dudar de su condición humana, no sabe qué es realmente. Su padre, en un arrebato de furia, a punto estuvo de matarlo; y él, en un último intento por demostrar que verdaderamente seguía siendo Gregorio Samsa, intentará acercarse a su hermana y decirle que él no quería haberse convertido en tal monstruo, que lo sentía y que su ilusión era poder mandarla al Conservatorio. Pero causó el terror en la familia y en los huéspedes que alquilaron una habitación. Y es la misma hermana la que decide que hay que deshacerse de él. Aunque no tuvieron que complicarse la vida para ello, ya que esa misma mañana, Gregorio aparece muerto en su habitación, ya sea por causas naturales, desnutrición o soledad; siendo lo más cruel la indiferencia que muestran sus “familiares”.

            La metamorfosis es una alegoría de la mezquindad y ruindad humanas, de la insolidaridad y la conveniencia, la desesperación por la soledad y la incompresión…

            Todos en la familia, menos Gregorio, vivían muy bien. El padre estaba retirado, tenían una asistenta para las labores de la casa, y la hermana no conocía otro oficio que tocar el violín. ¿Y Gregorio qué? Trabajar. En eso se resumía su vida. Trabajar para el bienestar de su “queridísima” familia. Pobre iluso… él no era un hijo, ¡era un esclavo! ¡Un esclavo de aquella familia a la que no le temblará el pulso a la hora de dejarle morir tras tu desgraciada transformación! ¡Aquel padre por el que se partía el espinazo no dudará en tirarle una manzana con la que casi le mata! ¡Aquella hermana por la que luchaba para que cumpliese su sueño no dudará en dejarle morir! ¡Aquella familia por la que Gregorio daba su vida, no mostrará ningún signo de duelo tras su muerte! ¿Y todo esto por qué?

            La respuesta es sencilla: solo nos importa nuestro propio bienestar. A la familia Samsa le daba igual que Gregorio mantuviese él solo el peso económico de la casa, una vez que no fuese útil dejaría de interesarles. Este pensamiento calculador del que Kafka ya se hacía eco a principios del siglo XX es uno de los principales males y peligros de nuestra sociedad. Vemos al prójimo como un “medio” para alcanzar ciertos objetivos, no como un fin en sí mismo, ya que son seres humanos.

            ¿Existen hoy día los sentimientos? ¿Podemos confiar en alguien? ¿Quizás lo mejor sea levantar un “muro” que nos proteja del exterior, un muro bien alto, que nos impida ver la niebla que se ciñe sobre todo el planeta? No lo creo, no es bueno acabar convertidos en lobos esteparios. Pero claro, ¿qué es lo mejor? No lo sé.

            Gregorio es la metáfora de aquel ser diferente, “raro”, al que nos da miedo mostrar. Aquel familiar con algún tipo de minusvalía al que no queremos sacar ni a la calle, aquellos padres que lo dan todo por sus hijos, y luego son metidos de cabeza en un asilo por ellos, aquel compañero de clase que nos pasa ingenuamente los ejercicios de matemáticas, pero con el que nos hacemos los locos cuando él nos pide algo; aquel chico que se sienta al fondo de la clase y con el que nadie quiere relacionarse porque le gusta el manga y la cultura japonesa…

            Pero algún día, ya sea dentro de siete años o ya sea mañana, podemos ser nosotros los que nos veamos convertidos en monstruosos insectos, y entonces el tormento del remordimiento se tornará sobre nuestra conciencia y sobre nuestras numerosas patas, ofreciendo a nuestros ojos el espectáculo de una agitación sin consistencia.

            Pienso que la metamorfosis es un buen relato con el que empezar la obra de Franz Kafka, como es mi caso (deseando estoy de leer El proceso)  y que debemos medir  bien nuestros actos. Quizás mañana sea cuando la hermana violinista o el padre se vean convertidos en alguna especie de bicho antinatural y sufran el mismo tormento de soledad, la misma niebla de incomunicación que sufrió Gregorio… Aunque pensándolo bien, quizás ya seamos insectos, ruines insectos, y la antiestética forma que adoptó Gregorio no sea nada comparado con lo que realmente somos nosotros


            

lunes, 9 de febrero de 2015

El misterio, el deseo, las mujeres y la muerte

Por: Aurelia Collados Ros. 1°AC


                 Las vírgenes suicidas es una novela que fue escrita por el estadounidense Jeffrey Eugenides a finales del siglo pasado.  En esta, el autor nos cuenta la historia de las hermanas Lisbon desde la perspectiva de un grupo de amigos obsesionados con ellas desde su niñez, que pasados los años cuentan lo  acontecido en los días anteriores a los suicidios de estas a través de pruebas, hechos y testimonios recopilados a lo largo del tiempo y con el fin de entender el comportamiento y las causas por las que se suicidaron.


                Una tras otra, y en un plazo de poco más de una año, las hermanas Lisbon acabaron con su propia vida. Fue Cecilia la que inauguró la cadena de suicidios, y  unos meses después, pasado justo un año desde que Cecilia había intentado cortarse las venas, fueron  tres de las cuatro restantes: Lux, Bonnie y Therese las que abandonaron el mundo de los vivos. También lo intentó Mary pero fracasó y un mes después pudo por fin reunirse con sus hermanas.


                 Eugenides nos hace partícipes del relato utilizando la primera persona del plural, al tiempo que nos muestra la vida de un ordinario y pequeño pueblo americano, mediante una especie de informe redactado por un grupo de amigos, conocidos y vecinos de los Lisbon y a través de las habladurías, los rumores y los recuerdos del vecindario. Además, el no saber nada de los pensamientos y sentimientos de las protagonistas me ha hecho dudar al final del libro entre si la historia ocurrió de verdad o se trataba de una simple leyenda pueblerina, pues en ocasiones da la sensación de que los narradores exageran los hechos.


                Las Lisbon se nos presentan como unas jóvenes  bastante ‘’raras’’ al tiempo que atractivas pues llaman la atención de todos los chicos que quedan cautivados y obsesionados con ellas. El ambiente en el que viven es un tanto extraño, encarceladas en casa por una madre estricta e incomprensiva y un padre que tal vez abrumado por la femineidad que reina en su hogar se aísla y despreocupa de los problemas familiares.


                 Se me hace difícil imaginar cómo unas chicas de esa edad pueden llegar a suicidarse, pero supongo que cuando uno no es feliz en la vida y no puede hacer nada para serlo, la única solución sea descubrir qué hay tras la muerte. No le veo el sentido a buscar causas generales del suicidio (el libro menciona a una psicóloga que trata a las Lisbon tras la muerte de Cecilia y varios artículos sobre el suicidio en adolescentes)  pues lo considero personal y privado y como bien decía Benedetti, cada suicida sabe dónde le aprieta la incertidumbre. Desde que nacemos vemos la muerte como una tragedia, una injusticia, pues así nos lo transmiten, pero no deberíamos tener ese concepto de muerte pues al fin y al cabo estamos destinados a ella y nadie sabe lo que esconde. Miles son las preguntas retóricas sobre este tema estrechamente relacionado con el suicidio. Cuando un joven como las hermanas Lisbon se suicida todos piensan al igual que los personajes del relato que han arruinado su vida, que les ha sido muy corta, etc. Pero, ¿Y si es mejor la muerte que la vida? ¿Y si después nos depara un mundo mejor, igual o peor al que es preferible llegar antes?

Solo para locos

Por: Rafael Fernández Jiménez 1°AC

"Erase un hombre, de nombre Harry, llamado el lobo estepario"
                                                                             
      Der Steppenwolf o, en español: el lobo estepario es una novela escrita por el autor alemán Hermann Hesse  publicada en 1927. Esta obra se desarrolla a partir de una serie de manuscritos en los que el protagonista, Harry Haller (una especie de alter-ego de Hermann Hesse), un hombre culto, talentoso e inteligente; narra su vida, caracterizada por una profunda depresión y misantropía, un odio sin límites al orden social burgués de la época; hasta que conoce a una misteriosa chica llamada Armanda, que intentará enseñarle a amar las pequeñas cosas de la vida y a “matar” al “lobo estepario” que encierra en su interior.

     Comentar esta obra es tarea difícil debido a su abundancia de metáforas y alegorías sobre la vida, sobre todo al final de la obra, en el llamado “Teatro Mágico”(sí, de ahí viene el título del blog),  en el que no se distingue entre fantasía y realidad.

        En primer lugar, me gustaría comenzar hablando un poco acerca del protagonista. Harry Haller: el lobo estepario (como el mismo se autodefine), es un hombre que ama por encima de todo la cultura y la filosofía y que detesta la “degradación” de esta en la sociedad actual. Odia la literatura de sus contemporáneos como a la música de jazz, asimismo como a la sociedad actual, superficial, cómoda y deshumanizada. Vive aislado del mundo, y sus únicos y escasos momentos de felicidad se reducen al leer sus autores literarios favoritos (Goethe, Dostoievski…) o al escuchar a sus compositores favoritos, en especial Mozart. Su náusea constante hacia el mundo le lleva a comportamientos suicidas. Y para colmo, en uno de sus paseos nocturnos encuentra una especie de folleto llamado Tractac del lobo estepario: no para cualquiera, un texto de gran dificultad (el que tuve que leer dos veces para comprenderlo) en el que habla acerca de él mismo, de su psicología y filosofía (no entraré en detalles, se podrían escribir varias hojas solo del Tractac)

        Y es que, en cierto modo, me he sentido identificado con la forma de pensar del protagonista (con la forma de pensar, no de vivir). Y por ello voy a salir en su defensa, le entiendo perfectamente. Yo, como amante de la música clásica, quizás futuro estudiante de dirección de orquesta y admirador de los grandes maestros pasados, Wagner, Mahler, Bach, Tchaikovisky… (podría estar horas mencionando autores), no puedo evitar, sentirme terriblemente frustrado por el poco valor que la sociedad actual les da, considerándola “aburrida” y “para viejos”, prefiriendo los temas que suenan actualmente en la radio, música cada vez más simple armónicamente, falta de riqueza melódica y con un sentido lírico que roza lo patético (existen excepciones, claro está), y, considerándoseme a mí un aburrido que “no está en la onda”. Prácticamente nadie entiende mi goce personal al escuchar cosas tan excelsas tales como Tännhauser, la octava sinfonía de Mahler o las variaciones de Goldberg de Bach, llegándoseme a considerar un “tarado mental” o un “friqui”. En esos momentos no me puedo sentir más identificado con el lobo estepario que nunca. ¿Acaso la repulsión que sentía Haller hacia el jazz (nota: yo no tengo nada en contra del jazz) y la música de baile de la época no es la misma que siento yo hacia la música comercial actual?

Harry encuentra en sí un hombre lleno de ideas, de sentimientos, de naturaleza dominada y sublimada; y a la vez encuentra al lado al lobo, un mundo sombrío de instintos, de fiereza, de crueldad, de naturaleza ruda, no sublimada, fiera, caótica".
            Pero el odio de Haller a la sociedad  llega a tal extremo que siente deseos de suicidarse. Y cuando parece haber sucumbido ante este, aparece Armanda y le saca del infierno en el que se hallaba sumido. Con Armanda, este lobo estepario aprende (o mejor dicho, intentará aprender) a reírse, a disfrutar de las pequeñas cosas de la vida, a disfrutar de los goces terrenales y simples de la sociedad. Armanda intenta enseñarle que, aunque no vaya a disfrutar más que escuchando o leyendo a los clásicos, se lo puede pasar bien dejando a un lado lo espiritual y dejándose llevar por el mero disfrute del momento.  Resumiendo: aprender a reír.

            Tras conocer a Armanda, conocerá a Pablo, un saxofonista de la orquesta de jazz que es la encarnación de ese modelo de hombre que, por así decirlo “vive la vida”. Y este le llevará a su Teatro Mágico, lugar en el que la novela se vuelve surrealista. En este extraño sitio, Haller entrará en cinco puertas con diferentes situaciones dentro de cada una, cinco alegorías sobre su vida. Reflexiones sobre el futuro del mundo, la guerra, y la “individualización” del “yo” estarán a la orden del día en el Teatro Mágico. ¡Incluso aparecerá Mozart en persona! Lástima que nuestro entrañable lobo estepario no aprendiese nada… porque acaba asesinando terriblemente a su amada Armanda al vrerla desnuda con Pablo. Y no aprendió nada porque, conforme a las enseñanzas de ella y a las reflexiones que irá soltando el músico del período clasicista, no había aprendido a reír. Lo que tendría que haber hecho es simplemente reírse de sus propios celos. “Temías perderla y la has asesinado” Tajante Mozart con estas palabras. Sin embargo, Haller  no se rinde, y promete a Pablo y a Mozart que aprenderá a jugar al juego de la vida.

La soledad era fría, es cierto, pero también era tranquila, maravillosamente tranquila y grande, como el tranquilo espacio frío en el que se mueven las estrellas" 
            Independientemente de otras reflexiones que se pueden sacar de esta obra y que no comentaré por no alargar aún más el comentario, el mensaje principal de  el lobo estepario se podría resumir con esta sentencia de Mozart: Toma en serio lo que es digno, y ríete de lo demás”. En cierto modo, disfrutar con los grandes clásicos musicales y literarios pero al mismo tiempo disfrutar de los pequeños vicios burgueses. Y esta cuestión llevará a uno a reflexionar cuestiones tales como: ¿Vivir una vida vacía, superficial, carente de objetivos como un borrego pero “cómoda” y fácil dentro del rebaño social, o llevar una vida profunda y auténtica pero acabar caídos en la soledad y el desengaño personal? Sinceramente, mi más humilde opinión, es que no debemos acabar como nuestro entrañable lobo estepario, la sociedad en la que vivimos, nos guste o no, es la que nos ha tocado, y eso no lo vamos a poder cambiar. Sin embargo, no estoy del todo de acuerdo con el ideal que pretende transmitir Hesse con esta novela. Vale, la sociedad en la que vivimos, nos guste o no, es la que nos ha tocado, y hemos de vivir en ella lo mejor posible, no debemos convertirnos en lobos esteparios. Pero sin embargo, a mí por lo menos me resulta imposible tomarme la vida con tanto humorismo como Armanda, porque no puedo concebir una sociedad deshumanizadora, falta de objetivos y que no sabe apreciar una gran obra musical o literaria, una sociedad a la que le resulta indiferente todas las guerras, el problema del fundamentalismo islámico y demás. Me resulta imposible hacer uso de ese autoefecto placebo que proponen Armanda y Pablo. Con esto no quiero decir que tengamos que convertirnos en Harry Haller ni mucho menos, está claro que hay que tomarse la vida con humorismo. Pero lo que quiero decir, es que este humorismo no nos lleve a convertirnos  en borregos,  debemos de intentar, en la medida en la que a uno le sea posible criticar los males de la sociedad e intentar iluminar aunque sea unas pocas conciencias. Quizás solo así se pueda construir una sociedad menos deshumanizadora en un futuro y que sepa apreciar aquellas cosas que hoy considera solo para locos.

            El lobo estepario me ha parecido un muy buen texto que puede hacernos reflexionar sobre cuestiones ya habladas aquí y otras más, pero, sin embargo, por ser en ocasiones demasiado “deprimente” y con partes difíciles de interpretar, si tuviese que recomendar un libro de Hesse, recomendaría antes Demian, es mucho más entrañable y bello a mi parecer.

             Y para terminar, os dejo un breve fragmento de la película homónima basada (obviamente) en esta novela. Este corresponde al Tractac del lobo estepario: No para cualquiera.




¿Cuántos ciegos hacen falta para hacer una ceguera?

Por: Rafael Fernández Jiménez


         Ensayo sobre la ceguera es una novela escrita por el portugués José Saramago en la que una extraña epidemia azota a todo un país, una especie de “ceguera blanca” que se extiende rápidamente por toda la población, causando el caos en esta y llevándola a una desenfrenada lucha por la supervivencia, en la que los protagonistas se dejarán llevar por sus más bajos instintos.

            En primer lugar, quisiera decir (y aunque a más de uno le entren ganas de mandarme al infierno por esto) que me parece un título sobrevalorado. Y no, no lo criticaré por criterios estilísticos tales como eliminar los signos de interrogación o puntos y comas, por no separar los diálogos de los personajes o porque los personajes no tengan nombre. Lo criticaré simple y llanamente porque me pareció un tostón. Vale que la idea del libro esté bien, vale que el lector pueda sacar conclusiones interesantes del argumento; pero su prosa densa y llena de cultismos innecesarios hace la lectura un tanto pedante y tediosa. Es la primera obra de Saramago que leo, así que tampoco puedo hablar con mucho conocimiento; pero en fin, diría que Ensayo sobre la ceguera es uno de aquellos libros que muchos engrandecen, pero que la mitad no lo han leído. De aquellos que da mucho gusto y regocijo tener en nuestras estanterías, pero que muy pocos tendrían la osadía de leer entero.

            Me vendieron a Saramago como un agitador de conciencias. No sé qué conciencias se podrían agitar si (al menos en lo que refiere a mi experiencia personal) terminas el libro por mero orgullo personal y no para disfrute propio. ¡Deseando estaba de acabarlo! Vale, sí, se puede reflexionar acerca de cómo el miedo transforma al ser humano. Se puede sentir desprecio por como el Estado encierra a los primeros ciegos afectados por la epidemia en un manicomio, puédase sentir desprecio por los cobardes soldados que disparan al ciego herido solo por pedir ayuda, desprecio por todo el ser humano en general que, tras verse amenazados ante una desoladora tragedia como el brote de ceguera, no dudará en echarse al más puro sentimiento individualista e insolidario que tiene ciertos símiles en la sociedad actual. Y por supuesto, uno no puede evitar conmoverse con los actos de bondad de una mujer con el niño estrábico que echa de menos a su madre, o con los actos de valentía de la esposa del médico (la única mujer vidente en el manicomio), como se enfrenta a  la banda de violadores y como consigue comida para todos los ciegos una vez fuera del manicomio, estando la ciudad en un completo caos. Y claro, al ver estas acciones valerosas y en cierto modo “altruistas” (ya que la mujer del médico podría vivir perfectamente ella sola ya que aún  posee la capacidad de ver, no tiene por qué ayudar a una pandilla de ciegos desamparados), nos damos cuenta de que el mundo no necesita grandes héroes al más puro estilo del cine americano, si no pequeñas heroínas como esta mujer, que ayuda a su prójimo en la medida en la que es posible; y que si todos fuésemos un poco como esta, el mundo podría ser un poquito mejor. Y efectivamente, la sociedad actual se parece un poco a la que describe Saramago, una sociedad sin escrúpulos en la que ha aflorado el más puro sentimiento individualista, vemos a nuestro semejante como un mero medio para conseguir nuestros fines personales y no como una persona como nosotros a la que podemos aportar algo y ella también a nosotros. Van desapareciendo los principios éticos y morales y aquella persona que nos saludaba hace dos días y no dudaba en “hacerte la pelota”, hoy pasará por tu lado y no te mirará a la cara. Parece mentira que en plena época de las nuevas tecnologías y de las redes sociales podamos estar más incomunicados que nunca.

            Ahora bien, todo lo anterior, lo reflexiono, en cierto modo, por “obligación”. Porque este libro no es de aquellos que me han causado una reflexión instantánea, de aquellos que tienes que parar de leer para asimilar ciertos párrafos e incluso filosofar lo que quieren decir estos. Las reflexiones anteriores en cierto modo las estoy forzando para escribir una reseña, pero no afloraron de mí en el instante en que las leía. Pienso que Saramago tuvo una gran idea con Ensayo sobre la ceguera, pero que su lenguaje plagado de pedantería y cultismos innecesarios impide ver el mensaje que esconde este libro. No es como títulos otros títulos los cuales me causaron una gran impresión desde el primer momento, ya sea de índole política y social como 1984  de George Orwell o Fahrenheit 451 de Ray Bradbury; o filosófica, como La muerte de Iván Ilich o Demian de Lev Tolstói y Hermann Hesse, respectivamente.

            Y no quiero terminar sin comentar el final. Pienso que Saramago se quedó completamente en blanco. ¡Si, como los personajes de su libro! (definitivamente, no creo que me pueda ganar la vida como humorista). Pone una solución digna de ser tildada de mágica: la ceguera desaparece instantáneamente. Parece ser que al Premio Nobel portugués no le convenía seguir escribiendo.

            En conclusión, pienso que es una obra sobrevalorada, pero no por ello deja de ser, en cierto modo, un libro interesante por las similitudes que se pueden encontrar con la sociedad actual. Quizás sea el único que piense esto y merezca el infierno literario por criticar una de los supuestos textos imprescindibles de la narrativa contemporánea, pero quizás lo que haga bonito el mundo (aunque sea un poco) es que se pueda discutir acerca de cualquier cosa, siempre desde el respeto.